Las largas playas de la Costa Azul que bordean el resplandeciente Mediterráneo y su apacible estilo de vida siempre han atraído a los más grandes artistas franceses e internacionales. Desde las estrellas de cine durante el Festival de Cannes hasta los cantantes de los años setenta en Saint-Tropez, pasando por los grandes nombres del cine de la Nouvelle Vague, todos se han encontrado alguna vez en el Sur de Francia. Entre ellos, Picasso y Matisse, pintores visionarios.
Picasso, una vida de Antibes a Mougins
Picasso, uno de los mayores genios del mundo del arte del siglo XX, pasó los últimos treinta años de su vida recorriendo las carreteras de la Costa Azul, instalándose por primera vez en Antibes en 1946 con su compañera Françoise Gilot. Desde el Château Grimaldi donde vivía, visitaba las galerías del viejo Antibes y los clubes de jazz de Juan-les-Pins. Dibuja, pinta, esculpe y experimenta con diversos medios. Muchas de sus obras de esta época se conservan hoy en el Museo Picasso, en el corazón del Château Grimaldi.
Picasso vivió entonces en Vallauris, en la ciudad de los alfareros, donde probó suerte en el arte de la cerámica, creando casi 4.000 piezas, desde platos a jarras de agua, pasando por búhos y figuras mitológicas. Algunas de ellas pueden verse en las colecciones permanentes del Museo Magnelli de Vallauris.
Durante una visita a Cannes en los años 50 con Jacqueline Roque, su segunda esposa, Picasso dejó su impronta con una escultura de bronce creada como homenaje a la ciudad y colocada en la Croisette. A continuación se trasladó a Mougins, donde permaneció hasta su muerte en 1973. Fue aquí, en su casa de Notre-Dame-de-Vie, donde realizó más de 300 obras antes de fallecer. La ciudad le rinde homenaje con visitas guiadas y un museo, en su villa, en memoria del maestro, que alberga numerosas pinturas, esculturas y grabados.
Matisse, el polifacético pintor de Niza
Matisse se enamoró de Niza cuando tenía 48 años. En 1917, fijó su residencia en el Hôtel Beau-Rivage, a lo largo de la Promenade des Anglais, y montó un estudio en las inmediaciones. Un año más tarde, se trasladó al Hôtel de la Méditerranée et de la French Riviera donde, inspirado por la luz, pintó numerosos desnudos. En 1938, Matisse compró un apartamento en el barrio de Cimiez, concretamente en el antiguo hotel Régina, donde cubrió las paredes con sus composiciones en papel gouache.
Aunque abandonó Niza en 1943 para escapar de las amenazas de la Alemania nazi, regresó en 1949 y terminó su vida en Cimiez, donde fue enterrado en el cementerio del monasterio. Matisse pasó los cinco años que estuvo fuera de Niza en Vence. En esta pequeña ciudad de la Riviera francesa realizó una de sus mayores obras maestras: la Capilla del Rosario, que decoró íntegramente a petición de una de sus amigas, una monja dominica que fue una de sus modelos.
La vida de Matisse en la Costa Azul puede descubrirse en Vence, por supuesto, pero también y sobre todo en el Museo Nacional Henri Matisse, en las colinas de Niza, en la Villa des Arènes, emblema del barrio de Cimiez.
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